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ESCULTURA: Teoría

El tamaño, el peso y la proporción son aspectos fundamentales de la pieza escultórica. El tamaño es función de la distancia que la separará del espectador. El tamaño pequeño conviene a aquella obra destinada a la esfera de la vida privada, ya que, en cuanto objeto asible, permite una profunda relación afectiva. Pero cuando su tamaño aumenta debe dirigirse a la comunidad. Lo que era diminuto y delicado llega a ser colosal, y su apreciación reclama una distancia adecuada. La sensación de peso y esfuerzo va unida a la del tamaño [FIGURA 1]. Evidentemente, no son nociones estéticas, pero no pueden dejar de intervenir en la valoración espontánea del espectador.
Una de las observaciones a que llegaron los tratadistas es la diferencia entre el cuerpo del hombre y el de la mujer. Por esta razón en sus tratados hay un capítulo que hace referencia a las proporciones del cuerpo femenino, entre las cuales destaca la relación cabeza-cuello. La cabeza es más larga que en la proporción masculina. De las proporciones se salta a las formas. El cuerpo masculino aparece vinculado a la línea recta y al cubo, sobre todo en los atletas, mientras que el cuerpo femenino deriva de las formas cilíndricas y globulares.
En el Renacimiento florecieron los tratados de las proporciones y se establecieron diversas tipologías. Se apoyaron en la teoría y la estatutaria clásicas, lo que supuso un resurgimiento de los conceptos de Policleto y Vitrubio. Alberti se sirve, para medir, del finitorium, y utilizará el pie como unidad. Leonardo da Vinci se inspira en Vitrubio, pero, científico como era, saca de su experiencia provechosas deducciones sobre la fisiología, el movimiento de los músculos, las flexiones, etc. Llega a la conclusión de que existe una gran diversidad de tipologías, debido a la edad y el sexo. Este mismo carácter experimental se encuentra también en los estudios de Alberto Durero, que formuló varios cánones, en función de la edad, del sexo, las posiciones de frente y de perfil. Sus textos tuvieron una enorme difusión, sobre todo en España.
Pero paralelamente a la teoría se desarrolla una práctica que tiene en cuenta la realidad, en la que el hombre no es una plasmación matemática y los sujetos son diferentes. De ello deriva una gran flexibilidad en la aplicación de los principios, que no es en absoluto reprobable.
Ha habido deformaciones impuestas por las necesarias correcciones ópticas: el alargamiento de los cuellos en una escultura situada en lo alto implica una desproporción necesaria. Contemplada resulta deforme. Por otro lado los estilos han impuesto desproporciones requeridas por la expresión. Así, la espiritualidad del románico deformó sus figuras en beneficio de la verticalidad. Tal desproporción es «artística».
La ley de sujeción al marco también obliga a la ruptura de las proporciones. Una escultura románica adherida a una columna (estatua-columna) es por fuerza alargada. Otras veces han sido movimientos puramente estéticos, como el Manierismo, los que alteraron las proporciones reduciendo el tamaño de las cabezas y alargando el cuerpo, consiguiendo figuras cuya belleza está fuera de toda duda.
En resumen, puede decirse que proporción y desproporción son constantes de la historia del arte y por tanto de la escultura. Sólo a la luz de lo que cada período intente expresar podrá medirse la oportunidad y acierto de la conducta artística.

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